Marruecos se caracteriza por una diversidad de climas que permiten una variedad interesante de vinos. En general son vinos agradables, algo rústicos, simples, con alcohol y acidez moderados.
Se cultivan diferentes variedades: clairette, ugni blanc, macabeo que producen vinos blancos secos. Los vinos blancos dulces se elaboran con muscat. Las cepas grenache, cinsault, carignan, syrah y mourvédre brindan unos rosados y tintos "correctos" como se acostumbra calificar a vinos que no deslumbran por su calidad.
La bodega Celliers de Mecknes ofrece vinos marroquíes de muy buena calidad. Bajo una política gubernamental de protección y fomento de la viticultura marroquí, los empresarios bodegueros intentan posicionar a los vinos marroquíes en el mercado asiático.
Marruecos tiene una larga historia vitivinícola interrumpida con la llegada de los árabes a la región. Durante largos años las uvas producidas eran consumidas como frutas. Cuando Francia ocupó Marruecos a comienzos del s. XX la industria del vino fue poco a poco recobrando su antiguo protagonismo.
La mejor zona productiva corresponde con las zonas montañosas, al pie de la cordillera del Atlas (Rabat y Casablanca), donde se produce más de la mitad de los vinos marroquíes.
Las variedades autóctonas (abou, adari, farhana o haseurrom ) han sido reemplazadas por las variedades francesas y se emplean raramente.
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