Escondida del mar y oscura, esta región es conocida por sus sus aceitunas y sus santos, San Francesco d'Assisi, por ejemplo.
Allí, el visitante encontrará una gastronomía fuerte y sabrosa: platos asados, mucha carne de cerdo, cordero y el famoso buey de Perugia, sus afamadas trufas, sus ricos quesos de ovejas y, claro está, su producción vinícola.
Inviernos muy fríos, veranos calurosos requieren la paciencia y el esfuerzo del viticultor, pero su antigua viticultura ha mantenido una buena calidad de vino a lo largo del tiempo.
El Orvieto blanco se ha llevado los honores, pero los tintos de Umbria han ganado prestigio y fama internacional desde que Giorgio Lungarotti se ha dedicado al antiguo negocio de la familia.Así, los viñedos de Torgiano producen un DOCG excelente: Torgiano Rosso Riserva, aromas a frutas rojas y negras, hierbas, especias y algo de tabaco. Esta nariz compleja acompaña un paladar suave, equilibrado. Es un vino ciertamente elegante donde la sangiovese y la canaiolo se complementan de modo exquisito con otras variedades en menor proporción: trebbiano, montepulcino y ciliegiolo, probablemente.
Luego de tres años de guarda (madera y botella) exigida por la denominación, descorcharlo y beberlo junto a un queso duro pecorino nos llevará a la antigua cocina etrusca y romana, lejos de la alta cocina, pero en el corazón mismo de Umbria, con su cultura y tradición.¡ Y qué sabores!
Debajo de Perugia (¡conocida por sus chocolates!) en Montefalco, un vino, cuya historia nos remonta a tiempos más allá de los romanos, nos sorprende en dos versiones (ambas DOCG): secco, con una crianza de 12 meses en barricas de roble y 18 meses en botella. Evoca las moras maduras, es cálido y tánico.; passito, dulce, con un sabor lleno que combina muy bien con carnes asadas de sabores ácidos. Una sugerencia: un plato de carne asiático con salsa agridulce y una botella de este Montefalco Sagrantino DOCG, un torrente de sensaciones gustativas.