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miércoles, 11 de julio de 2012

Vinos de Oriente: Líbano, donde el agua se convirtió en vino...

   Fue en esta región, durante las bodas de Canáan, donde Cristo, en uno de sus milagros, convirtió el agua en vino. Pero la tradición viticultora de esta estrecha franja de tierra fértil, de suelos calcáreos y con gravas, se remonta a los antiguos fenicios. Ellos fueron los responsables de que el vino se extendiera por todo el Mediterráneo.

   Es en el valle de Beeka donde se producen magníficos vinos. Elaborados con uvas francesas y autóctonas (con estas últimas se elaboran blancos) se destaca el Roland Hochard de Chateau Musar: corpulento, redondo, de estructura y taninos vigorosos. Aromas a frutas maduras (roja y negra), madera de cedro, notas de hierba, exquisitamente especiado. Un vino de gran complejidad en nariz y en boca.













   

  Otro, pero blanco: Blanc de Blancs de Chataeu Ksara, un vino equilibrado, fresco, de mucha aceptación.







Los vinos de Chataeu Kefraya —cuyas etiquetas son ilustradas, año tras año, por pintoras libanesas o llevan el nombre de famosas operas—   son los más premiados del país. Su viticultor, Michel de Bustros, ha logrado vender sus vinos en numerosos países europeos y hasta los franceses consumen una pequeña, pero constante porción de su producción.