En 1585 los viñedos de Laguardia y Samaniego , en la Rioja Alavesa, fueron devastados por una plaga de gusanos.
El cultivo y la elaboración de los vinos tenía, por aquella época, implicaciones religiosas. El ataque de plagas y otros desastres naturales no podían quedar exentos de éstas.
Por lo tanto se debió conjurar y exorcizar a los viñedos. El pueblo quedó dividido en dos bandos: uno partidario de la acción por un fraile lego, aunque muy sabio en conjuros, y el otro, inclinaba su elección en un sacerdote de costumbres moderadas y mejor formación, imaginando, de este modo, que su intervención sería mucho más efectiva.