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domingo, 4 de septiembre de 2011

El lenguaje del vino





   El vino se ha apropiado de palabras muy lindas. Disfruto leer las notas de catas, a veces son muy poéticas y otras simplemente nos dan ganas de tener a ese vino al lado (esas me gustan más).


  No siempre estas palabras acompañaron al consumo, placer y degustación del vino. Son palabras nuevas en la historia del vino y el hombre. El culto al vino, la moda, el marketing, etc.  han hecho que el vino puliera el lenguaje que lo nombra, califica y describe.



  No es suficiente decir que un vino es rico, sabroso o exquisito. Mucho menos blanco, tinto; seco o dulce. Debe complejizarse su descripción. También, hacerse más específica. El vino también diferencia, discrimina. El mundo del vino crece y crecen las diferencias. Surgen diferentes profesionales del vino que tienen que ver con el consumo: el vino fuera de la bodega, listo para degustar. Conocedores, catadores, periodistas especializados, sommeliers,  y seguirán los nombres...

  La palabra del sommelier es una palabra profesional, legitima su rol con ellas (también con su conocimiento sistemático) pero también hay un consumidor que se apropia del lenguaje del vino: Los aficionados, los que gustan simplemente del vino. Se diría que el vino ya no puede prescindir de todas sus novedosas palabras al ser degustado.
                                                                                           

  El lenguaje del vino se convierte en un ritual que acompaña placenteramente nuestra degustación, incluso potencia el placer de nuestros sentidos. Al mismo tiempo los vinos que no llegan a satisfacer nuestras expectativas tienen, también, sus palabras. Y conocerlas, parece,  es tarea de todos los que se precien de
gustar del vino. Y está muy bien;  el problema empieza con el abuso,  donde ya lo importante no es el vino ni su disfrute,  sino un  lenguaje pretencioso que abusa de las metáforas. Discursos estrafalarios que terminan
 confundiendo nuestros sentidos
     
                                                                 


  Aficionados: Disfrutemos del lenguaje del vino sin caer en exageraciones y excentricidades. Sencillamente dejemos que nuestra nariz, paladar y tacto nos conduzcan al placer. ¡Librémonos de lo fútil! ¡Brindemos por el vino rico!


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