Los vinos sometidos a crianza pasan por barricas de roble francés o de roble americano.
La elección de la madera dependerá de la decisión (o gusto) del enólogo. Hay vinos que por sus características (variedad de uva, terroir, cosecha, etc.) se verán enriquecidos por el aporte de notas de coco, tabaco, cacao o café (roble americano) Otros adqurirán cualidades que los harán distinguidos y elegantes con notas sutiles de pastelería, notas herbáceas, balsámicas y especies dulces (roble francés).
El roble americano, más económico, se caracteriza por una porosidad extrema, la cual, produce un paso de oxígeno y sustancias más rápido al vino.
El roble francés, de madera más compacta, aportará al vino de manera lenta sus cualidades. De costos más altos que el americano, muchos enólogos lo prefieren por el sutil y equilibrado aporte que da al vino.
Otro tema importante referido a la madera es el tostado. Hay diferentes grados de tostados aunque por lo general el más utilizado es el tostado medio.
Según se someta al vino a barricas de primer uso, segundo o tercero, las características del producto final, también variará. Las barricas de primer uso producen un intercambio mayor entre el vino y la madera y permiten mayor traspaso de oxígeno. Por lo general, un vino que se muestre muy duro, agresivo, recibirá de buena manera una barrica de primer uso que suavizará sus asperezas. Las barricas de tercer uso se pueden usar para que el vino repose y se tranquilice en la madera (sus poros ya están más cerrados y el intercambio es mucho menor) o para aquellos vinos equilibrados que se enriquecerán con un aporte muy sutil de la madera sin matar la fruta (aromas primarios)
Recordemos que la crianza en madera aporta los aromas terciarios al vino, es decir, potencia su aroma y gusto resaltando la fruta y otorgándole mayor complejidad.