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martes, 18 de diciembre de 2012

Tapa a rosca, fin de la primavera para los apasionados por el vino



    Últimamente me estoy sorprendiendo con la simpatía que la tapa a rosca está ganando en enólogos y bodegueros.

    Se aduce superficialidades como que el vino de esta forma puede guardarse parado y que la tapa a rosca es  la solución si nos encontramos sin sacacorchos. (Y si no tenemos copas, ni vasos, lo tomamos de la tapita, je je). (O mejor ¡del pico!). 

   Pero lo grave es que ahora arremeten contra el corcho,  nuestro noble amigo, que hasta hace muy poco era un aliado indiscutible del vino. Y lo que antes tenía de bueno, ahora lo tiene de malo. (También obviamente, el ímpetu de la tapa a rosca se dirige al, desde hace tiempo, sustituto del corcho: los tapones sintéticos).

   Nos dicen que el corcho no solo, al permitir la entrada de oxígeno, contribuye a la oxidación, sino también ocasiona otros inconvenientes como contaminación, malos olores, etc. Se abstienen de aclarar que estos defectos y enfermedades se deben a malas condiciones de guarda y a  escasos y puntuales  problemas en el corcho. Pero además, bien sabemos que la oxidación es un proceso vital presente en todo momento en la elaboración del vino. Lógicamente,  un vino oxidado no está bueno, pero el pasaje mínimo de oxígeno que permite el corcho contribuye a mejorar ciertos vinos y apurar el consumo de otros que no están destinados a guardas prolongadas o deben, por sus características, beberse jóvenes.


 

  Comprendo que por razones económicas y hasta prácticas, se utilice tapa a rosca para algunos vinos. Si la intención es capturar nuevos consumidores y entrar, por ejemplo, en determinados circuitos, la tapa a rosca resulta una buena estrategia. ¡Pero hablemos con la verdad! Demos las razones verdaderas, sin argumentos mentirosos.


    No voy a hablar de la filosofía que el vino entraña, ni del mágico y placentero momento del descorche. Pero seguramente, muchos de ustedes lo están pensando.
   Simplemente, quiero expresar que  la tapa a rosca me huele a más vino globalizado, a vinos para beber rápido con mucha fruta, pero sin ese sello que le da, justamente, cierto descontrol humano en su evolución.   Dejemos que el vino mismo (junto a su entorno) decidan su final. Que esa sea su muerte, por así decirlo. Y no una tonta tapita.